Octavio Paz: la búsqueda de la Otredad y el presente

Santí

Enrico Mario Santí[1]
Claremont Graduate University de California


Al seleccionar a Octavio Paz para que recibiese el Premio Nobel de Literatura en 1990, la Academia Sueca destacó su «escritura apasionada de horizontes amplios… caracterizada por inteligencia sensual e integridad humanista». Reconoció así más de sesenta años de una carrera poética e intelectual que hizo de Paz uno de los escritores más importantes hoy vivos.[2] Para los estudiosos de literatura latinoamericana, la noticia del premio no fue sorpresa; muchos creímos que lo merecía, e incluso podría decirse que con este premio la Academia reivindicaba su anterior indiferencia hacia otros escritores latinoamericanos (como Borges, Lezama Lima o Guimarães Rosa) igualmente merecedores.

Octavio Paz nació en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914, un año doblemente marcado por el inicio de la Primera Guerra Mundial y por esa crisis nacional conocida como la Revolución Mexicana. Poco después, sus padres se mudaron a la casa del abuelo paterno, Ireneo Paz, en Mixcoac, en aquel entonces un poblado en las afueras de la Ciudad de México, y hoy colonia en expansión. La familia era de escritores. Ireneo era dueño de un destacado periódico liberal y autor de una serie de novelas históricas. El padre de Paz, también llamado Octavio, se inició como periodista, pero luego emprendió una carrera como político y activista agrario. En 1918, uno de los momentos más sangrientos de la Revolución, cambió la suerte de Ireneo, vinculada al dictador Porfirio Díaz. Los padres de Octavio emigraron a los Estados Unidos (primero a San Antonio y luego a Los Ángeles) donde su padre fungió de representante de Emiliano Zapata.

Una vez de regreso en Mixcoac en 1920, el niño comienza su educación primaria en la escuela marista local y luego asiste al Colegio Williams, británico. Pero fue en la fabulosa biblioteca de su abuelo donde Paz descubrió a los clásicos. En su discurso en aceptación del Nobel recordó: «Viví en un pueblo de las afueras de la ciudad de México, en una vieja casa ruinosa con un jardín selvático y una gran habitación llena de libros. Primeros juegos, primeros aprendizajes. El jardín se convirtió en el centro del mundo y, la biblioteca, en caverna encantada». Además de padres y abuelos, Paz vivía con una tía paterna, Amalia Paz, que le dio sus primeras lecciones de francés, idioma que, con el tiempo se convertiría en algo más que una segunda lengua: fue su ventana al mundo.

Para 1929, el año en que ingresa a la «Prepa» (Escuela Nacional Preparatoria San Ildefonso, la escuela pública más prestigiosa del país), el joven Octavio ya escribía. Tanto su primer poema «Cabellera» como su primer ensayo, «Ética del artista», se publican en agosto de 1931, lo cual marcó, por el resto de su vida, esa doble vocación dedicada al análisis de la experiencia poética. «Cabellera» fue algo más que tan solo su primer poema de amor. Contenía el germen de lo que, con el tiempo, se convertiría en el tema más constante de su poesía: la analogía entre el cuerpo de la mujer y el mundo, la mujer como fuente de conocimiento. A su vez, el primer ensayo de Paz analiza las tensiones entre el compromiso ético y la libertad estética sobre las que deliberaba en ese entonces. Este debate continuaría hasta bien avanzada la década de los 30, a principios de la cual Paz publica su primer poemario, Luna silvestre (1933), conjunto de siete poemas que reflejaban de lejos la influencia del escritor español Juan Ramón Jiménez. Un año después de que el poemario se publicase, Rafael Alberti —en aquel entonces uno de los miembros más jóvenes de la llamada Generación del 27—, visita México y distingue a Paz como la voz más prometedora de su juventud.

Desde luego, los años treinta fueron también la década de la Guerra Civil Española, el más extenso conflicto europeo desde la Gran Guerra. Hacia 1936 Paz ya se había unido a la legión de poetas que reaccionó contra la ofensiva fascista. Sus contribuciones fueron el poema ¡No Pasarán! (1936), que tomó como título el lema del Ejército Popular de la República; Paz dona al Frente Popular la totalidad de las ganancias por el poema. El contraste entre el tono estridente de este poema político y el de «Raíz del hombre» —el extenso poema de amor que publicaría al año siguiente—, ya demuestra que las tensiones presentes en la adolescencia no habían desaparecido por completo. La poesía ¿debía estar comprometida socialmente, o solo expresar temas personales?

Con Raíz del hombre Paz obtiene su primera reseña positiva del mismísimo Jorge Cuesta, veterano del grupo Contemporáneos. El libro aparece en medio de una serie de rupturas: «Dejé, a la vez, a mi familia, mis estudios y la ciudad de México» dijo, recordando el año 1937. Luego de una corta estadía en Yucatán, donde funda una escuela para obreros y campesinos, regresa a la ciudad de México, se casa con Elena Garro (quien años después se convertiría en destacada autora), y acepta una invitación para asistir al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que se realizaría en julio en España.

Ese viaje fue decisivo, aún a pesar de que su presencia fue mayormente simbólica, pues el autor no era ni comunista ni miembro de la LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios) de México. Sin embargo, el hecho de que Paz fuera invitado por el mismísimo Pablo Neruda —el poeta chileno que años después recibiría su propio Nobel—, puso pronto en evidencia lo prometedor que el joven era. Fue en aquella reunión donde Paz descubrió su interés por el foro internacional de intelectuales, pues además de llegar a conocer a muchos escritores españoles (entre ellos, a Antonio Machado y Luis Cernuda), trató a otros escritores importantes de la época, como André Malraux, Stephen Spender e Ilya Ehrenburg. (André Gide, reciente denunciador del estalinismo, y ausente, ya era la bestia negra de la conferencia).

El coqueteo de Paz con la izquierda, que continuó luego de su regreso a México, coincide con el pacto Hitler-Stalin (1939), el asesinato de Trotsky en México al año siguiente, y su ruptura personal con Neruda, quien para ese entonces era cónsul general de Chile en México. En medio de toda esa situación, el joven había logrado fundar Taller —una de las varias revistas que puso en marcha a lo largo de su vida—, cuyo lema era «llevar la Revolución hasta las últimas consecuencias». Taller no era por cierto una revista surrealista, pero su intento por hacer de la poesía «una actividad vital más que un ejercicio de expresión» (así describió Paz la publicación años más tarde) ciertamente la acercó al surrealismo de la época.

Taller existió durante tres años, durante los cuales Paz escribirá otros dos poemas extensos: «Bajo tu clara sombra» (1935) y «Entre la piedra y la flor» (1938). Aquél, un poema de amor sobrio que exhibía la influencia de los románticos alemanes, principalmente Novalis; éste, basado en la experiencia previa de Paz en Yucatán, donde se cruzan el marxismo y La tierra baldía de T. S. Eliot. Hacia 1942, año en que publica A la orilla del mundo, otra colección de poemas, Paz ya se había transformado en el poeta joven más importante de México y, a la vez, en un militante político marginado. Su situación se vuelve tan difícil que decide auto-exiliarse, espiritual y geográficamente. En 1943 gana una beca Guggenheim y se traslada con su familia a Berkeley, California. No regresaría a México durante nueve años.

La experiencia en los Estados Unidos «no fue menos decisiva que la de España. Por una parte, la asombrosa y terrible realidad de la civilización norteamericana; por otra, la lectura y descubrimiento de sus grandes poetas: Eliot, Pound, Williams, Stevens, Cummings». (Durante un verano, mientras enseñaba en la Escuela de Verano de Middlebury, conoce a otros dos grandes: Robert Frost y Jorge Guillén). Sin embargo, en California también se encuentra con algo que no conocía: la vida como mexicano-estadounidense. Fue esa alienación la que proporcionó el contexto y motivación que lo llevaría a escribir El laberinto de la soledad, tal vez su obra más conocida. En ella analiza el carácter mexicano y construye una filosofía de la historia de su país. Paz lo escribirá en París, donde vivió entre 1945 y 1951 y ejerció su primer cargo diplomático.

Fueron aquellos años en Francia, adonde llega en enero de 1946, algunos de los más importantes en su vida de escritor. En el polémico mundo parisino de posguerra, siente una afinidad inmediata con los surrealistas. En México, Benjamin Péret ya le había hablado de André Breton, líder indiscutible del grupo, quien pronto se convierte en uno de sus mentores espirituales. Digo «espiritual» en vez de «literario» o «estético» porque, para Paz, el surrealismo fue sobre todo un movimiento espiritual, moral, ético. Le atraía la subversión surrealista de códigos morales y políticos, no sus métodos de creación, como la escritura automática o el estímulo de los sueños. Esa distinción, junto con el hecho de que Paz provenía de otra cultura, hablaba una lengua diferente y era entonces uno de los más jóvenes del grupo, lo convierten en una figura más bien marginal dentro del movimiento.

La época que Paz vivió en París lo puso en contacto con otros escritores destacados, como Samuel Beckett, Albert Camus, E. M. Cioran y Henri Michaux. Más significativo aún, aquellos años resultaron en la creación de dos de sus poemarios más importantes: Libertad bajo palabra (1949) y ¿Águila o sol? (1951). A aquél lo llamó «mi verdadero primer libro», dando a entender, sin duda, que fue en esta colección de poemas donde encontró su auténtica voz poética. Años más tarde, publicaría una recopilación revisada de todos sus primeros poemas bajo el mismo título de Libertad bajo palabra e incluiría en ella ¿Águila o sol?, colección de poemas en prosa y tal vez el libro que más abunda en la estética surrealista.

A los años que Paz vive en los Estados Unidos y en Europa le sucedió una estadía relativamente corta en Oriente, primero en Nueva Delhi y más tarde en Tokio, destacado en puestos diplomáticos. Si bien este primer contacto con el Oriente no causó tanto impacto en su obra como el posterior (durante los años sesenta), aun así, fue productivo. De hecho, la convergencia de estéticas orientales y europeas será una de las características más destacadas de su obra posterior a ese viaje de los años cincuenta. Poco después de su regreso a México, por ejemplo, comienza, junto a un amigo japonés, Eikichi Hayashiya, la traducción del Oku no Osomichi (Sendas de Oku), el clásico diario de viaje de Matsuo Basho, maestro del haiku del siglo XVII. El siguiente libro de poemas de Paz, Semillas para un himno (1954), reflejará esa influencia, amén de la de la poesía náhuatl (azteca).

Paz dijo una vez que sus nueve años en el exterior habían sido «una verdadera gestación, pero al revés: no dentro sino fuera de mi país nativo». En efecto, al regresar en 1953 se encuentra con un México distinto. Lo que podría llamarse el segundo período de su obra en su país coincide con un momento «incierto» (palabras suyas) en el arte y la literatura de su tierra, período caracterizado por «actitudes gemelas: el nacionalismo y el espíritu de sistema». Las principales inquietudes estéticas y morales de los artistas e intelectuales mexicanos de ese momento estaban dirigidas a encontrar maneras de combinar tradiciones nacionales con corrientes internacionales, conservando la autenticidad de ambas. En el caso de Paz, esta búsqueda se hizo evidente en Semillas para un himno y Piedra de sol (1957); tal vez este último sea el poema más importante de toda su obra. Su estructura circular, inspirada en los calendarios mesoamericanos (cuauhxicalli en náhuatl antiguo), consta de 584 estrofas con versos endecasílabos que aluden a las fases de la órbita del planeta Venus. Al mismo tiempo, el poema refleja una herencia surrealista mediante su serie fragmentada de encuentros amorosos que ayudan a salvar al Yo del Tiempo. Piedra de sol es una obra sumamente compleja, y toda interpretación que se haga de ella se beneficiará de la observación clave de Paz en su célebre ensayo sobre poesía y poética, El arco y la lira (1956): «La poesía es la revelación de nuestra condición humana..., la revelación de una experiencia en la que todos los seres humanos participan a diario, a pesar de estar colmada de rutina. La escritura poética es la revelación, en esa rutina, de que el hombre se hace a sí mismo».

En 1959, divorciado de Elena Garro, Paz regresa a París. Justo el año anterior había publicado La estación violenta, colección de poemas extensos donde se incluye Piedra de sol que, en efecto, marcó una nueva etapa o estación en su vida y obra. Tres años después, sin embargo, regresa a Nueva Delhi, esta vez como embajador de México en la India y Afganistán. Allí vivirá seis años, período que él mismo llegó a describir como «un descubrimiento constante». Fue en la India donde conoció a Marie-José Tramini, su última esposa, encuentro feliz que podría explicar la impresionante cantidad de obras (trece libros y monografías) que logra producir durante este período, sin duda el más maduro e interesante de toda su carrera.

Durante los años sesenta, los ensayos de Paz revelan gran preocupación por el estudio del significado, en especial por la filosofía analítica y el estructuralismo, este último a base de sorprendentes analogías con formas orientales de la lógica, como por ejemplo el budismo Mahayana. También, por la poética radical de figuras del arte occidental, como Duchamp o Mallarmé. Su poesía, por otra parte, reflejará la doble influencia de la meditación oriental (hindú y budista) y la indeterminación occidental, en especial el uso de patrones simultáneos de versos extensos en sentido horizontal a lo largo de la página. Esta nueva poética visual, como él mismo sostiene en Los signos en rotación (1965) —la afirmación más contundente de sus objetivos en esta época—, sería una «configuración… plantada sobre lo informe a la manera de los signos de la técnica y, como ellos, en busca de un significado sin cesar elusivo». De este modo, la nueva poesía respondería a una poética de la «otredad», principio éste central de su teoría. Es decir, una poesía marcada por la «percepción simultánea de que somos otros sin dejar de ser lo que somos y que, sin cesar de estar en donde estamos, nuestro verdadero ser está en otra parte».

La etapa oriental de Paz se interrumpe de manera abrupta en octubre de 1968 cuando renuncia a su embajada como protesta ante la masacre de Tlatelolco de 350 estudiantes. Su carrera diplomática de veinticinco años termina de forma abrupta. Luego de un período itinerante de casi cuatro años, durante el cual enseña en varias universidades de Europa y los Estados Unidos, regresa a México para fundar la revista Plural y así comenzar una nueva etapa: una crítica moral, política y social a la sociedad mexicana y latinoamericana. Lo cual no significa que haya sido la primera vez, como ya se observa en la edición revisada de El laberinto de la soledad de 1959. Al volver a instalarse en México con una revista tan influyente (luego se llamaría Vuelta),[2] Paz asume su responsabilidad como intelectual moderno durante un momento crucial de la historia de América Latina.

A nivel interno, la crítica de Paz estaba dirigida a la situación política mexicana y, en especial, al sistema unipartidista. Pluralismo y, por tanto, democratización, se convierten en claves del momento haciendo referencia a cuestiones tanto morales como estéticas. A nivel externo, sin embargo, el mismo pluralismo se enfrentaría al antiguo nacionalismo mexicano (y a su implícita estética), así como al dogmatismo ideológico de una emergente izquierda. Muchas de las obras que Paz escribe durante este tiempo, —entre ellas, la poesía de Pasado en claro (1975) y Vuelta (1976), o los ensayos que aparecen en colecciones como El ogro filantrópico (1978)—, se publican primero en sus revistas. Sin embargo, la obra que mejor resume este período (y quizá todas las ideas de Octavio Paz sobre la relación entre poesía e historia) es Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982). Se trata de un estudio y una biografía monumental de la monja/poeta mexicana del siglo XVII, quien sufrió persecución de la Iglesia por ser escritora. Pero al mismo tiempo constituye un tratado histórico, una brillante lectura crítica de la primera gran poeta latinoamericana y un ensayo sobre la crítica política y moral.

Dos factores fundamentales explican la importancia e influencia de Octavio Paz. El primero se podría denominar su «poética universalista», que deriva de su concepto de poesía como «Otredad». Semejante definición ecuménica, cuyo origen se encuentra en el mismo Ser, ha captado seguidores alrededor del mundo, sin coto de nación, idioma, generación, o ideología. Se debe en especial a que, según Paz, la poesía tiene equivalencias universales concretas, tales como el amor (la experiencia erótica) y la religión (lo sagrado). De este modo, Poesía, Amor y lo Sagrado —el poema, el amante y Dios— son, para Paz, los tres modos de alcanzar un absoluto radical, lo que él llamó Otredad, y que, a fin de cuentas, es la experiencia del encuentro con nosotros mismos. Según Paz, la poesía nos reconcilia con el Otro que se encuentra dentro de cada uno de nosotros.

El segundo factor explica su importancia institucional. En una de las reseñas más reconocidas de su obra, Irving Howe lo llamó «un hombre-orquesta literario». En efecto, sería difícil encontrar algún otro escritor que haya abordado tantos temas de manera tan brillante: poesía y antropología, historia y política, artes visuales y filosofía, medicina y mitología… Su influencia puede apreciarse en su papel como director de una revista tan influyente como lo fue Vuelta. Pero su importancia no puede reducirse a ello. Con casi medio siglo de curiosidad y constante trabajo, Octavio Paz actuó como el más fiel corresponsal latinoamericano de las principales corrientes intelectuales y artísticas de este siglo.

En los años cincuenta, cuando el psicoanálisis y el existencialismo eran apenas especulaciones, (o, peor, habladurías) en círculos intelectuales latinoamericanos, Paz los estaba explorando con seriedad en obras como El laberinto de la soledad y El arco y la lira. Cuando la contracultura de los años sesenta instaló temas como el misticismo hindú y las drogas experimentales, Paz los analiza en los ensayos de Corriente alterna. En décadas posteriores, cuando las divisiones entre el este y el oeste amenazaban con destruir los frágiles marcos políticos de América Latina, Paz analizó esos problemas en ensayos oportunos sobre la política y la moral.

Década tras década, Paz condujo su «búsqueda del presente»: su intento por crear una poesía y una prosa que fueran contemporáneas con las discusiones intelectuales del resto del planeta, pero que también reclamaran su lugar en la posteridad literaria.

Notas

[1] Enrico Mario Santí, profesor de literatura, enseñó en facultades de las universidades de Duke, Cornell, Georgetown, y en la Universidad de Kentucky ocupó la cátedra William T. Bryan de Estudios Hispánicos. Actualmente es Research Professor en Claremont Graduate University de California. Santí, cubano exiliado, es autor de El acto de las palabras: Estudios y diálogos con Octavio Paz (1988; ed. revisada, 2015), libro fundamental para entender la obra del Nobel mexicano, y de varias ediciones de este último, como El laberinto de la soledad, Libertad bajo palabra (ambas en Ediciones Cátedra), Primeras letras y Cuarenta años de escribir poesía.

[2] N. de las T.: Vuelta dejó de publicarse poco después de la muerte de Octavio Paz, es decir, en 1998.

N. de las T.: Este artículo se publicó en vida de Octavio Paz, quien recibió el Premio Nobel de Literatura el 11 de octubre de 1990. El texto, cuyo título original es «Octavio Paz: Otherness and the Search for the Present», se publicó en The Georgia Review, vol. XLIX, no. 1 (Spring 1995) como parte de la sección «Lasting Laurels, Enduring Words: A Salute to the Nobel Laureates of Literature» [«Laureles eternos, palabras perdurables: homenaje a los ganadores del Nobel de Literatura»]; la sección incluye los discursos de aceptación de los dieciséis homenajeados vivos en ese momento y también un ensayo especialmente encargado sobre cada escritor. Una versión de este volumen de la revista devino el programa impreso para «The Nobel Laureates of Literature: An Olympic Gathering, an event held 23-25 April 1995 at The Carter Center in Atlanta, Georgia, as part of the four-year Cultural Olympiad organized in conjunction with the 1996 Olympic Games» [«Nobel de Literatura: reunión olímpica, evento realizado entre el 23 y 25 de abril de 1995 en The Carter Center de Atlanta, Georgia, como parte de la Olimpíada cuatri-anual organizada junto con los Juegos Olímpicos de 1996»].

Este artículo se publicó originalmente con el título «Octavio Paz: Otherness and the Search for the Present», en The Georgia Review 49. 1 (Spring 1995): 265-271.


Traducción: María Carolina Pires, Julia Noemí Remedi y Lucía Volpe.
Con la amable revisión del autor, Enrico Mario Santí.

Agradecemos al profesor Enrico Mario-Santí y también a los editores de The Georgia Review la amabilidad al otorgarnos el permiso de publicar la presente traducción.


Referencia electrónica

Santí, Enrico Mario. «Octavio Paz: la búsqueda de la Otredad y el presente». Hyperborea. Revista de ensayo y creación 2 (2019): 231-244. http://www.hyperborea-labtis.org/es/paper/octavio-paz-la-busqueda-de-la-otredad-y-el-presente-151

Publicación Hyperborea
Número 02