Mirta Rosenberg. Breve antología poética

Selección de Gabby de Cicco


 

ENTREDICHO

Sobra,
              palabra
para encontrar que lo predicho
no se cumple
                              ni los dichos
nos alcanzan. Nunca el cielo
se vio tan distante o la brasa
del instante
                              tan quebrada
en el intento de sabernos
                              parte y suerte
de un presente omitido,
                              de un pasado encubierto
por leyendas que dudan
                              que supimos ser uno
o distintos, pero acercados,
ni por la afrenta
                              o el simulacro.

 

Funda,
                  palabra,
una ventana que abra a otra ventana
por donde esta línea
                                              huya
y mienta al humo de las horas
                                        y desdiga
de las eras que al arder
nos darían este ahora
                                          inaprensible
que la voz acalla,
                                excusa superior de la razón
de ser
               de mejor manera
                                                       que hasta ahora.

 

Manda,
                 palabra,
                                   lo que anda
más oscuro entre la noche,
                                          lo olvidado
tantas veces, lo no dicho
                             a decir,
a hacer lo hecho y el desecho
                                     de lo que fue.
Crispa y triza,       
                           pluma vertical
crecida al cuerpo,
                               aspa y trazo
en el agua que viaja y que no viaja
para atrás
                     ni cuando muda.
En tu cielo
      buscamos otro cielo,
                                           en tu celo
el mayor silencio.

 

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INHERENCIA

                                                                          a mis hijos

No puedo ser la acacia,
y debería. La realidad
es siempre poca
                                    y no parece

     ser la última. Tampoco
la primera, que develaría
al hoy.
              Hoy

he mirado la acacia y la sucia
combadura del pasto en la llovizna
sin atreverme
                                 a comprenderlas.

Pero sé que debo amar
lo incomprensible, con este amor
improbable.
                          Ser persona

es estar desesperada
por los modos del amor y el nudo
donde lo dicho enmudece:
                                                        lo único

posible de las cosas es nombrarlas
en un rodeo sin fin mientras se mueven
de lugar.
                    Nuestra propia quietud
           aquí

es delgada y grueso
el movimiento que alarga
la transición de ser a deshacer
                                                                  la realidad

en imposibles: la idea de la rosa
en su buen uso
hace a la rosa posible
                                             entre las horas

que la gravedad del cuerpo arrasa
en un girar de grupas vueltas
o volteadas.
                          Más allá se empaña

la reja de los años
del espejo donde antes
yo era verde.
                           Ahora

soy de ese color que el verde
toma con el tiempo y en el tiempo
abusa el ojo
                         del sujeto

de la rosa, de la acacia que deshoja
al azar el contratiempo
del género mujer—
                                          hombre—

y objeto que soy cuando me nombro
así sujeta, que ni acorta,
ni descarta, ni parece
                                              estar

pero presente.

 

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DESPROPÓSITO

Toda la noche preparamos
nuestro día
                         aunque nunca
nos quede terminado. La hora

del café tiende los hilos
de la hibridez, que abre puertas
                       a un jardín
siempre cerrado.

Mito. Yo. Quien bordea
el centro de las cosas
no adelanta.
                       Dicho

de frente, sería
otra cosa: amo,
                                 y seguiría
siendo otra cosa.

de Pasajes (1984)

 

⟣ ✣ ⟢

 

 

EXCLUSIVAMENTE calla, verdadera dama,
anunciando una exigencia, un drama,
ante la urgencia del destino. Exclusiva llora
y en su llanto aflora el reto serpentino
y la curiosidad que mató al gato. Está tentada
de hace rato, porque en los secretos cajones
del dressoir no guarda nada final, definitivo.
El peso del mundo lo lleva puesto; la carta
de triunfo ha ido a dar al cesto
de los papeles, con otros oropeles
de descarte. No tiene arte
de fuerte voluntad pero sí tiene atisbos
de su ejercicio: el vicio de la solterona
que acabará por dar a luz una personalidad
excéntrica, obsesiva, minuciosa: en los cajones
nada, pero un lugar para cada cosa. Si llora,
como yo, es por su historia: nadie la cuida
y nadie a quien cuidar. Queda la vida.
El espíritu se atrasa con las vueltas
de la noria de este pobre corazón de muselina
fina, exclusiva, bella, y ella
recibe en casa.

 

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EN EL MOMENTO de nacer, poco más tarde,
no hubo sentidos revelados. Lo auspicioso
de ese día fue una luz de neón, perecedera,
incandescente, enrarecida, dibujando el signo
de la palindromía —Madam, I’m Adam— más perfecta
en otro idioma y más sombría
que dominar los sentidos. El reflejo
intermitente tornó inútil el espejo; demorado, ¡ay!
el círculo callado, sorprendido,
de los cuerpos que buscándose se evitan
en el calor de lo íntimo. ¡Haber nacido
bajo ese signo! Haber nacido. A diario
el tedio vuelve del revés el derecho natural,
y el asedio es del sitio de lo mismo:
Al no desear, me muero. Quiero a ese pájaro
de mal aguero, el que amenaza Mad am I
con énfasis final y tanto élan… Madam, ¡ay!,
perdamos tiempo si todo está perdido, hablemos
trivialmente del paso, del abismo.

 

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LA DESAZÓN, el agotamiento, la razón
que da el silencio y la presencia
inevitable del corazón que late
tenso en el estable aliento
del extenso trayecto de la vida,
renacida en el proyecto
de morir mejor cuando haya tiempo
de dolor, de falla interior
y de deseo: al ir allí en el intento
de abrir la boca
de la marca, ser, la loca y desdecir
lo que el monarca
ha instaurado en mí de su adorado
esqueleto de dominio, de razón,
de altísimo respeto y de tesón en el ahora
y el aquí que nada insume, pero resta
el tiempo de decirlo, cuando el mirlo
se ha posado, al fin, sobre esta rama.

 

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EL ARTE sería tocarte, un invento,
insignificante si el olvido lo demora. Lo siento
porque es ahora estallido de la rosa
presurosa del instante,
extraviada en el jardín

y devuelta por el sinfín
de las horas transcurridas: una… dos… tres…
Si te toco, ¿cómo es? Hay lo mucho de lo poco, digo
el beso, el exceso del miraje y… ¿puede ser, ahora sigo,
el encaje de tu aliento

en el reloj del oleaje? Atravieso
los celajes, el fervor, las profecías (¿el amor?
¿no será la porfía de la «máquina del dolor»?)
y llego acá: «El arte sería tocarte». Silencio. No
confundo confetti con maná

pero igual estoy perdida
entre viejas cartografías de la ruta de la seda
y la pasión como centro. ¡Ah corazón, me decía,
explícate como yo, que estoy adentro de un cuerpo
y sin embargo con vida!

 

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MI SUFRIMIENTO es uno que no te interesa.
Un grano de arena en el desierto
de tu pena, que es infinita. Por mi parte

creo en la marmita donde cuece
un caldo diferente, y yo sonrío.
Estoy pendiente de tu gesto, y este estío

da un calor que no parece la pasión. La pasión
es el dolor de la madre, esto que conviene
no creer, pera da mientes. Estés

donde estés al fin tendrás que escucharme.
No darme la razón sino el tesoro del sonido
y la pura vibración de la belleza

que saludo como tuya, como ésa
que no sabe estar pero se queda,
y yo retengo. No te tengo,

quiero decir que me reniegas. Renegada,
soy la nada que subsiste, y en las cláusulas
deseadas voy debida:

me enfermo y me intoxico de tu voz
y digo no a quien nada
me requiera.

 

· ✣ ·

 

EL ALMA enamorada huele a encierro. Abrirle
una ventana sería que me amaras
de manera que yo viera, más allá de mis narices,
tus quimeras. Digamos,
por ejemplo,

el «arte efímero», como esculpir sobre hielo,
y lo hacen en Japón. Pero yo, que tenía el don
del instante, quería el cielo y también
la duración, que sería,
pongamos,

arte de melancolía y de repetición. Tocarte antes,
de una vez y para siempre, convertirme en daga
que fuera, a su turno, atravesada por la espada
y de tu sufrimiento y tu energía
a pesar de,

reconozcámoslo, su cualidad afilada o calmante. Mi alma es
cuarto de enfermo
, enamorada como está y estoy
cerrada para que de allí vida no se escape,
aunque huya sentimiento, confesión, salida,
sin duda

yermo de emergencia —la presencia es desagradable
si farfulla en un lenguaje incomprensible y no es morada
de significación. Estoy herida y cuánto, alma, madre mía,
está vendado tu dolor que sería,
no obstante,

lo entrañable de esa llaga. Haga lo que haga
alguien las paga
, pero aquí el proverbio queda corto y,
efímero o durable, el arte con su ultranza
se hace aborto, estéril o sutil, del mismo sentimiento
intratable.
Aunque,

hay que decirlo, el desborde no resulta suficiente
y lo notable, como siempre, es el dolor
de saberlo. No hay templanza: si vivo en un infierno,
es que me enferma el autorretrato. El relato,
en todo caso,

es tierno abrazo de futilidad y encierro. La verdad,
harina de un costal aparte y tal vez, sólo tal vez,
todo arte sea efímero, o lo es. Tocarte es despropósito,
pero asesina belleza subsiste y si me viste,
porfío,

mejor lo explícito es callado.

de Teoría sentimental (1994)

 

 

⟣✣⟢

 

 

 

MUJERES A LA PÁGINA

Fuimos a derivar como una isla sin continente
y el mar empieza a ser visible. Seremos mujeres
al borde del agua y allí nos miraremos bajo el sol
que enrojece a las mujeres que se miran en el agua
con la intención más bella de encontrarse
en el cielo, desdichas invisibles.

Aunque seamos tan feas como es posible,
una pintura que nadie quiso pintar,
un desacuerdo tónico de las notas,
una mala manera de decir que hay bellas
palabras que no llegarán y esperaremos,
un vaso donde el agua no ha querido
encontrar su forma, y la dejarás correr.

A la página, mujer.

¡Oh esos dos dulces átomos de hidrógeno,
la bomba de la guerra más el óbolo
de oxígeno! ¡Nos dice que el mundo
es mundo! ¡No se puede,
mujeres, escribir con agua!

¿No se puede escribir con agua?

Sin embargo, este cuerpo que no es
ejemplar de la escultura ni accidente todavía
de la pura geografía, se sienta aquí como un objeto
y ya su propia manera de imitarlo:
agua para el corazón que es agua para la cabeza.
Agua es tres cuartas partes de lo que pesa.

¿Se puede escribir con agua?

A la página, mujer.

Después de todo, el fin del arte es el placer,
del que bien podríamos abstenernos
como de una moda. Seamos esta vez
la sed y el placebo de la sed,
hablando como amigas que sumergen
las piernas en el agua, sabiendo que depende
de la luna y también que regidas por la luna,
cuando ella salga difícilmente
estaremos a su altura, enrojecidas por el sol,
ruborizadas ante el propio calor,
como sardinas nadando en aguardiente.

Eso es el mundo, etc. Una metáfora imposible
como agua de la luna. Y también está una:
digamos eau-de-vie, aqua vitae, agua de vida.
Y agua regia, como la vía, agua del rito
que no siempre podemos trasegar
pero que hay que beber lo mismo para que el pozo
no se seque y se haga arena ciega, agua sin sed.

¿Se puede escribir con ella?

A la página, mujer.

 

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DOMINGO 21

Les hablo a los sentidos. Sé
que no tengo razón y a veces no salva
el gusto, Lengua, por las palabras.

Soy una sílaba impuesta
sobre el Sentido del Mundo.

Una preposición mínima.
Sobrepuesta, contrapuesta,
una Apuesta del Ser apósita
del Verbo.

Hablo con los sentidos. Hay matices
levísimos que cambian el sabor total
del alimento, o totalmente
el sabor del alimento.

Y el gusto de la cocinera
es sólo una conjetura,

una rosa
que es una rosa construida con un tomate
es una rosa
metáfora para las papilas,
primero para las pupilas.

El alimento de tu alimento,
Lengua, es tu alimento.

 

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RETRATO TERMINADO

Es una manera de decir
quiero quedarme sin palabras,
perder sin comentarios.

Hasta cuándo voy a hablar
de lo que ya no está.

De la que ya no está
viéndome escribir de ella.
¡Y con esos ojos!

También yo de noche los abro
y miro el silencio
en la oscuridad
donde el retrato termina
sin que lo alcance a ver

y pienso
y pienso
y pienso

en temas como vos
que no parecen tener
vencimiento,

en tu deseo de llegar a casa:
con la llave preparada,
aferrada a la puerta del taxi,
te dejabas caer en tu puerta
casi con la voluntad incierta
de una hoja en otoño,

esa clase de vencimiento,

y esos ojos más bien dorados
de los que decías en las descripciones
ojos verdes. Para mirar
cada ocasión con buenos ojos
que no me miran más,
aunque los recuerde.

Y ahora
quiero quedarme
sin palabras. Saber perder
lo que se pierde.

O eso parece.

Parece que las dos
nos hemos quedado sin madre:
yo sin vos
vos sin ella,

y sucesivamente,
como eslabones perdidos
y encontrados por un rato
con los padres,

pero ésa es otra historia
que está mejor contada
en la foto de casamiento
para la que palabras
nunca tuve,

como si fuera anticipo
de mi propio vencimiento.

De los padres decías que el tuyo
tenía ojos verdes,
como vos, tu nieto Juan,
y nadie los tenía del todo
aunque merecían tenerlos:
tu manera
de embellecer el retrato
era tu manera de verlo.

De ella decías en cambio
desde su muerte no fui la misma,
y ésa sería tal vez tu manera
de no terminar el retrato.

La palabra no.
Lo mismo digo yo.

Aunque también se diría una ocasión
más bien vulgar: en general,
todos nos quedamos sin ella,

y esa ausencia de luz parece
descansar los ojos
sin vaciarlos. Los anima,

o los vuelve hacia la oscuridad,
que es donde el retrato termina.

Dijo mi padre de la suya:
nací con ella y ahora
voy a tener que morirme
solo. Y después
lo hizo.

Dijo mi maestro de la suya:
me pasé toda la vida para tener
la letra de mamá. Y después
la tuvo.

Era un dolor perfecto:
hablando de ella,
hablaban de sí mismos.

O eso parece.

Parece que perder
no es un arte difícil:
los muertos de verdad de uno
son víctimas amadas de los vivos.

De lo que cada uno dijo.

de El arte de perder (1998)

 

 

⟣✣⟢

 

 

 

¿SERÁ LA AUTOBIOGRAFÍA


el arrepentimiento del egoísmo? Iris Murdoch puso esa
              pregunta en boca
de un personaje de sus novelas, yo la convertí en mi abismo.
              Según he descubierto,
lo vivido noche y día que la escritura pretende rescatar, la
              gramática que ordena
que una misma se ordene en su tic-tac, que entre en su reflejo
              y vaya más allá
—donde no hay signos conocidos, y cada gesto resabido,
              cada tropo,
ya no presta más servicio— deja en suspenso el egoísmo,
              desconcierta el vicio del yo, permite atisbar lo que no es
              yo, que ya no aterra. El egoísmo como equivocación,
como instrumento del ensayo y el error —más del error que
              del ensayo, porque lo hecho hecho está—, es el
              motor, de mí y de la poesía. Mi egoísmo se llama Iris,
en honor a su descubridora, que lo sacó a la luz, detallado y
              entero,
en cada verso que yo escribía, y desde entonces me acompaña
              en cada ensayo
de arrepentimiento, a toda hora. A toda hora ensayo, y a
              toda hora Iris, fortalecida
en mi obstinación, me ocupa como una palidez. Así es, al
              punto que ya no puedo distinguir el arrepentimiento
              del egoísmo del que querría arrepentirme, y no sé cual
              de los dos
me mantiene viva, y me cuesta decidirme. Ay, Iris, ¿y si
              vamos juntas
a zambullirnos en Leteo, sin arrepentirnos de nada al día
              siguiente? ¿No sería laxante para el deseo, y excelente
              para el sincretismo en mi poesía? ¿Y si nos enamoramos
              de nuevo, si resucitamos algún viejo amor que a lo
              mejor ni estuvo vivo porque fue puro egoísmo?
¿No mejoraría mi poesía, su intensidad? ¿No mejoraría? No,
              en verdad, sería lo mismo aunque peor. Se llenaría de
              adjetivos, de la furia de los sonidos. Se haría
enrarecida y mentirosa, y yo lamentaría tener que llegar a los
              setenta en ese estado pueril, llena de error y de terror a
              perder, febril, mi amor y mi escritura, que casi siempre
              fueron para mí, egoísta como soy, la sola y misma cosa.



・ ✣ ・

 

MADRUGADA y viento
bajo el cielo lento
y esta luz también
para mí:
lentamente ir
de acá para allá
sin adjetivos
y con dificultad,
hablar por teléfono
—nada personal—
ejercitarse y pensar
en palabras que acontezcan además
fuera de mí, ser un ejército,
cocinar papas
zapallos y guisantes
y comérselos como un festín.

Las palabras, está comprobado,
no llegan a su fin.

De acá para allá todavía
cuando el día ostenta
su cielo vespertino
en camino a la oscuridad
y las palabras con su recuento

―inválido y a tientas―
de lo que pasó y lo que es.
No hacer cuentas.

Sentarse y contar el aliento,
una respiración por vez.
Terminar.

 

・ ✣ ・

 

 

MI OFICIO

Siempre me imaginé la poesía como un territorio. Mejor aún, una isla. Es como si fuera una reserva, adonde todo podríamos recurrir cuando haya escasez de sentimientos en el mundo, e incluso de pensamientos. El mar circundante sería el pensamiento, la historia, la pintura o el paisaje.

Lo que importa son las palabras, el lenguaje. Un barco, una canoa, alguna embarcación que sirva para rodear esa isla reservada, patrullarla, desembarcar. Las palabras usadas para enfrentar los hechos de una vida: dolor, placer, horror, amor, sus sucedáneos, hasta morirse. El secreto es que también hay belleza. También hay belleza. También hay belleza. La poesía no sirve para quejarse.

Nos rodea un paisaje. ¿Lo vemos? La poesía nos ayuda: ver para afuera, pero también ver para adentro. Gracias a ella muchas cosas que vi quedaron dentro de mí. Escenas, caras, una sequoia de Berkeley cuya copa, hasta hoy, me acerca al cielo. En los peores momentos. Una escalera.

La poesía crece cuando la historia es adversa a la humanidad. Masacres, campos de concentración, regímenes totalitarios le dan más sentido. Ahí se ve que es una reserva, palabras que estaban allí, a mano, para consolar de lo inconsolable.

La poesía no sirve para nada. Ese es su mayor valor. Si tiene alguna razón oculta, algún designio, el propósito de convencer, se transforma en un panfleto.

El protagonista es el lenguaje, eso que nos une y nos separa. Animales parlantes, pensantes. La poesía también es pensamiento.

Hay un poeta, Robert Haas, que dice que la poesía es una historia familiar. Se advierte en todas las tragedias griegas, en Homero, incluso en la Biblia misma. Siempre hay eso que nos vuelve humanos, la historia de familia. Y el lenguaje. Una cría de elefanta, si es hembra, vive al menos cincuenta años con su madre, la matriarca. Pero no lo puede contar, no puede dejarlo escrito.

Por eso me gustan tanto los poemas de animales: es como prestarles voz, tratando siempre, pese a Platón (el poeta es un fingidor, Pessoa), de decir la verdad. Me gusta creer que tienen seres humanos en su interior, con sus duras almitas, su disciplina, su perverso rigor.

La poesía constante a lo largo de una vida convierte la apariencia en realidad, desenmascara. O eso o el abandono, la honestidad de dejar de escribir, dejar de repetir, repetir, repetir.

 

・ ✣ ・

 

UTILIDAD DE LA POESÍA A LAS TRES DE LA MAÑANA

Oscuridad. Un poco de silencio.
No hay viento. Ni llueve.
No ayuda la naturaleza
a hacer la hora
menos callada.

Con los ojos abiertos en la oscuridad
pienso rimas: de silencio
todo lo que reverencio;
de naturaleza su delicadeza
o su fortaleza, aunque nada
me da. La hora está vacía.

El ahora está vacío.
Si no viene la poesía,
no habrá nada.
El miedo vendrá.

de Cuaderno de oficio (2016)

 

 

 

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Rosenberg

 

 

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Los poemas reproducidos forman parte de
«El árbol de palabras»
© bajolaluna editorial sas, 2018.
© herederos de M.R.

 

 


Gabby De Cicco (Rosario, Santa Fe, Argentina, 1965). Poeta y artivistx lesbofeminista no binarie. Tiene siete libros de poesía publicados. El último es Transgénica - Obra reunida, de 2019. Desde 1990 coordina talleres / clínicas de escritura y lectura de poesía, y dicta cursos sobre literatura desde perspectivas feministas y queer. Su tarea como difusorx de poesía la realiza en diferentes redes y plataformas. Sus artículos han aparecido en diversos medios y revistas nacionales e internacionales, y sus poemas han sido incluidos en antologías y libros colectivos como Proyecto NUM (Madreselva, 2017), Atlas de la poesía argentina II (EUDLP, 2017), Poliamor (Anfibia papel, 2018) entre otros.

 

Agradecemos a la editorial Bajo la Luna [http://www.bajolaluna.com/bajo%20la%20luna%202/catalogo.html] y a quienes detentan los derechos de estos textos el permiso para su publicación.

 


Imagen superior: detalle de Mädchen mit Feuerlilien de Paula Modersohn-Becker (fines s. XIX)

 

Referencia electrónica

Rosenberg, Mirta. «Breve antología poética». Hyperborea. Revista de ensayo y creación. 4 (2021): 194-219. https://hyperborea-labtis.org/es/paper/mirta-rosenberg-breve-antologia-poetica-234

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5291602

Publicación Hyperborea
Número 04